For foreigners

domingo, 27 de septiembre de 2015

Capítulo 14.

- Si en el fondo eres buena persona, que yo lo sé.
- Las apariencias engañan.
- ¿A qué te refieres?
- Cuando nos quedemos solos, sin nadie alrededor como ahora, dejaré de ser buena persona.
- Sigo sin entenderte, Eloy.
- Sí, hombre. Ya sabes. Me gusta lo... Sádico. Sobretodo si se trata de sexo.
- ¡Eloy! Eso es un dato innecesario, gracias.
- De todas formas, no es del todo cierto. Contigo seré más delicado.
- Ya te gustaría hacer algo de eso conmigo.
- No lo niego -dice pícaro.
- ¿Sabes qué te digo? Que es la hora. Hay que ir a clase.
- Pero no te enfades, mujer.
- No estoy enfadada -digo sonriendo.
- ¿Avergonzada?
- ¿Por qué debería estarlo? -pregunto mientras comenzamos a subir las escaleras.
- Eres muy pequeña para hablar de estos temas, ratona.
- ¿Acaso piensas que soy virgen?
- Podría decirse que sí. No tienes pinta de fo...
- ¡Eloy! -le interrumpo.
- ¿Ves? Ay, qué chica eres.
- No es verdad. Tampoco me sacas tantos años.
- Pero si no es malo; al contrario. Me da morbo.
- Podríamos cambiar de tema, la verdad.
- Vale, niña.
- Perfecto, viejo.
- No te hagas la mayor, sabes que no lo eres. ¿Cuántos años tienes? ¿13? ¿14?
- Creo que si tuviera 13 años, tú tendrías un problema psicológico.
- Tienes razón, soy un asaltacunas.
- Tengo 16. 17 en dos meses.
- Wow, ya eres toda una mujer -dice, irónico.
- ¿Y tú? A ver, deja que adivine. ¿18?
- Un poco más.
- 18 y medio.
- Tengo 20, idiota. Y, para ser exactos, los cumplo el viernes que viene.
- Me doy por invitada a tu super fiesta.
- ¿Qué? Ni de broma. Habrá chicos demasiado mayores para ti.
- Que tendrán, ¿todos 19? Wow; tu padre no cuenta, corazón.
- Yo no tengo de eso.
- ¿Perdón?
- Lo que acabas de oír. Vivo con Iván y Manu.
- Oh... Lo siento.
- No pasa nada, ratona.
- Bueno, pues iré a una fiesta de mayores. Y las chicas también.
- Ya te he dicho que no.
- Pero, ¿por qué? Para una vez que quiero salir de fiesta.
- Tienes que ganarte la invitación.
- Y cómo se supone que debo hacerlo.
- Hay muchas formas de conseguirlo.
- Dime una que no esté relacionada con besos, sexo u otra cosa parecida.
- Pues... Vaya, me dejas sin ideas -dice risueño.
- Idiota -digo riendo mientras le golpeo el hombro.
- ¡Ya se! Llévame a la clase, que me da pereza.
- Pero, ¿qué di...?

- ¡Eloy, que pesas!
- ¡Arre, ratona!
- ¡No, no, no! -digo mientras caemos al suelo.

Sin poder parar de reír, uno encima del otro sobre el duro suelo del patio, no hay nada que me pase por la cabeza; salvo su preciosa risa.

¿Pero qué estoy diciendo?

Cuando él consigue levantarse, me tiende una mano para ayudarme a despegar el culo del suelo. Pero claro, tanta amabilidad en él... Raro. Justo cuando estoy casi de pie, suelta mi mano y vuelvo a estamparme contra el suelo.
Entre mis lamentos, se sigue escuchando su risa, ahora más alta que antes. Maldito chico.

- ¡No es gracioso, Eloy! Me he podido partir...
- ¿El culo? Tranquila, ya lo hago yo por ti -dice volviendo a reír a carcajadas.

Vuelvo a quedarme atontada mirando como se retuerce de la risa. Realmente no es tan feo, al contrario; es precioso. Pero este estado de "enamorada" dura sólo unos segundos, ya que en seguida me levanto.
Sed de venganza.

De pie, pongo mi peor cara hacia el chico infernal que no para de reír a mi costa. Cuando, por fin, se percata de que estoy allí, su cara cambia. Intenta ponerse serio y dejar de reír. Mientras me acerco a él, este se va alejando hacia el lado opuesto. Y justo cuando estoy a punto de alcanzarlo, sale corriendo sin cesar su maldita risa.

- ¡Vuelve, cobarde!
- ¡Lo siento, ratona! ¡Te quiero!
- ¡Tus palabras ya no sirven! ¡Ven aquí!

Prosiguiendo la persecución, pasamos por delante de nuestros amigos, los cuales empiezan a gritar apoyando cada cual a su amigo.
Pareceremos niños de primaria, pero mientras me lo pase bien, me da igual lo que los demás piensen.

De repente siento que vuelo por los aires. Literal.

- ¡(Tn)! -grita Eloy, gracias a mi grito- ¿estás bien?
- Eso te pasa por entrometida -dice alguien a mis espaldas.

Los dos nos giramos y vemos a una rubia mal teñida junto con sus dos amigas. Repipis no, por favor...


- ¡¿Quién cojones te crees para tirar a (tn)?! -¿realmente ha dicho eso Eloy?

Sí, ha sido él. El mismo que está encarando ahora mismo a esas chicas. Pero no merece la pena, así que mejor será levantarse a tranquilizarlo.

- ¿Que quién me creo? ¡La que hasta hace dos días era tu futura novia!
- No me vengas con cursiladas de enamorada, porque alguien como yo jamás estaría con un bicho como tú, fea.
- ¿Sí? Antes no decías lo mismo... -dice acariciando su cuello. Vale, ahora voy a ser yo la que acabe con su vida. ¿Celosa? Tal vez.
- Ni me toques, pija -dice retirando sus manos con brusquedad-. Y aún menos te atrevas a volver a acercarte a (tn), porque como te vea tan sólo mirarla...
- ¿Qué vas a hacer? ¿Pegarme?
- Existen cosas peores.
- ¿Como qué?
- Eloy, dejala. No me he hecho daño -intervengo con la intención de suavizar las cosas.
- ¿Cómo no te vas a hacer daño, (tn)? ¡Si esta estúpida ha hecho que vueles!

Entonces, las repipis se ríen entre ellas. Humillándome. Uh... No saben con quién se están metiendo. Puedo ser miedica al principio, pero si me quieren buscar, acabarán encontrándome.

- Puede que él no pueda pegaros, pero yo sí. Así que seguid riéndoos de mí, pero no os quejéis si luego os quedáis sin extensiones baratas o sin uñas postizas.
- Ten cuidado, bebé. A ver si luego "la mami" te va a reñir por mala.
- No te atrevas a mencionar a mi madre.
- Uf, qué pena. Ya lo he hecho.
- Joder, ¡voy a matarla!


- ¡(Tn)! (tn), no merece la pena -me sususrra Eloy mientras intenta frenarme- deja que se ahogue con su propio perfume.

Aunque en otra ocasión ese comentario me hubiera resultado gracioso, ahora mismo no tengo sentido del humor. Nos quedamos parados mientras observamos cómo se alejan las repipis y, justo en ese momento, suena el timbre que anuncia el regreso a las clases.

- Estoy yo ahora como para escuchar a los profesores... -digo, aún enfadada.
- (Tn), lo siento mucho, corazón -dice Denis mientras me abraza.
- Eso no deberías decirlo tú.
- Lo sé, pero aun así siento que hayas tenido que escuchar tantas tonterías juntas.

Le sonrío para después separarnos. Y entonces, sin previo, Eloy cubre mi cuerpo con sus brazos formando un tierno abrazo, en el que sus labios se acercan sigilosamente a oído, y en él susurra:

- No pienso dejar que nadie te haga daño. Jamás, ratona.
- No sabes cuanto te... lo agradezco.

Creo que no me equivoco al decir que tanto el como yo sabemos qué palabra iba a decir; pero también pienso que es demasiado pronto para decirla, cuando aún no tengo claro lo que siento.

Es más, no sé por qué me estoy planteando la posibilidad de que me guste Eloy. Eso no ocurrirá; sólo es un amigo. Un buen amigo, nada más.

martes, 22 de septiembre de 2015

Capítulo 13.

La misma rutina de todas las mañanas, aunque por suerte hoy sí conseguí ponerme las lentillas. Amo al oculista que me las mandó en un paquete a mi casa.
Prisas, ropa por todas partes, una magdalena, un sprint final, y el portero abriéndome la puerta casi suplicándole por ello. Mi rutina; ya estaba acostumbrada.

Es un martes un poco fresco, así que he decidido ponerme algo así:


Entrando, me fijo en que esta mañana hay menos gente de lo habitual. ¿Tan tarde llego? Corro hasta mi taquilla, cojo el libro de filosofía y me dirijo veloz al aula 221.

"Mierda, la clase ya ha empezado" -pienso.

Subo hasta el codo una de las mangas de mi sudadera, abrazo con fuerza mi libro y coloco de forma perfecta el asa de la mochila sobre mi hombro. Con un ligero movimiento toco la puerta, ya cerrada, y la abro con lentitud.

- ¿Puedo pas...? -Esto no me puede estar pasando a mí. ¿Mi clase no era la 221?
- Señorita, creo que se ha perdido, ¿no es así?

Todos los alumnos comienzan a reírse mientras mi mirada avergonzada pasa por cada una de sus caras. Parecen mayores. ¡Joder, es Eloy!
Al igual que sus compañeros, se ríe fuertemente provocando que mi rubor aumente aún más. Maldita sea.

- Este... mi clase de filosofía es en la 221.
- Me parece perfecto, señorita. Pero esta es la 121.

No me lo creo... Levanto mi cara para mirar la parte superior de la puerta. 121. Perfecto, chica. Empezando bien la mañana.

- Lo siento.
- Que no vuelva a pasar, señorita -espera, esta vez ha hablado uno de los alumnos. Y como imaginé, es Eloy.
- ¡Martínez! Aquí el profesor soy yo, ¿recuerdas?
- Pues repite lo que acabo de decir.
- ¡Aquí las ordenes las doy yo, ¿entendido?!
- Bueno, yo me voy -digo.

Y, una vez cerrada la puerta, camino deprisa a mi clase. Esta vez a la de verdad. Por el pasillo se oyen los gritos de la discusión entre Eloy y el profesor. No entiendo como puede hablarle así a los profesores; a mí se me caería la cara de vergüenza...

Por fin, tarde, llego a mi clase. La profesora me echa el sermón correspondiente y finalmente me siento al final del pasillo, al lado de Denis.

- Tienes que ser más puntual, (tn). ¡Ya hemos dado casi la mitad de la clase!

Perfecto, otro sermón. Lo peor es que siendo de mi mejor amiga me lo tengo que tomar en serio.

- Que sí, bicho. Mañana seré la primera en entrar por la puerta, te lo prometo.
- Espero que así sea.

Rodeo su cuello con mi brazo y le planto un beso en la mejilla. A pesar de que me riña como una madre, la quiero más que a nadie. 

Termina la clase y, tras dos horas más, llega el ansiado recreo. Junto con mis amigas nos vamos a nuestras taquillas a soltar los libros.
La mía está junto a la de Denis, y la de Patri y Clau igual pero en la parte paralela a la nuestra. Estamos riéndonos por las tonterías continuas que hacemos Clau y yo -somos las "cómicas" del grupo- cuando llegan Eloy y sus secuaces; por llamarlos de alguna manera.

- (tn), esta no es tu taquilla. Te noto confundida hoy, chiquitina.
- Eres muy gracioso, Iván.
- Lo se, cariño.
- Demasiado amor veo yo aquí. Eloy, ten cuidado que el fiera este te va a levantar a la novia...
- No digas gilipolleces, Manu. No es mi novia.
- Bien que te encantaría -digo, segura.
- Habla por ti, mediometro.
- Es que más tonto y naces de culo, de verdad.
- ¿Le has mirado el culo a Eloy?
- Esa pregunta no aporta nada en la conversación, Denis.
- Claro que lo ha hecho, con lo bonito que lo tengo -dice mientras se lo acaricia.
- Quizá antes no, pero ahora mismo se lo está comiendo con los ojos.
- ¡¿Pero por qué siempre soy el objetivo de todas vuestras bromas y comentarios aburdos?!
- Porque te queremos.
- Repito, Manu: habla por ti.
- Vamos a contar mentiras tralará... -tarareo mientras cierro mi taquilla.
- Tú si que mientes.
- ¿En qué, Eloy?
- En todo lo relacionado a mí y a tus sentimientos.
- Tengo hambre. Eso es un sentimiento y no estoy mintiendo.
- Y luego soy yo el tonto...
- Pues sí.

Después de estar un rato con los chicos, nos alejamos cada cual por su lado. Las chicas deciden salir y sentarse al sol mientras que yo voy al baño. Más tarde me reuniré con ellas.
Al entrar en uno de los baños, unas chicas se quedan hablando en la parte de los lavabos.

- ¿Sabéis quienes son esas mocosas con las que no paran de hablar estos?
- Ni idea, pero desde que se conocen no nos hacen ni caso.
- Sobretodo Eloy. Desde ayer no me dice ni la hora.

¿Estarán hablando de nosotras?

- Pero, ¿vosotros no estabais saliendo? Digo, hasta hace dos días erais inseparables.
- No somos novios, simplemente nos gustamos. Por lo menos hasta el viernes era recíproco.
- Yo lo que sé es que en la fiesta que hicieron en su casa se lió con una o dos.

Vale, es el Eloy que yo conozco. Y yo era esa chica. O una de ellas. ¿Se lió con más? Bueno, no se por qué me importa tanto. Total, no siento nada por él. ¿No?

- ¡¿Cómo?! Te juro que como se haya liado con esa rubia de bote, o alguna de sus amiguitas, su estancia en el instituto será un maldito infierno.
- No es muy difícil averiguarlo. 
- Pues ya sabéis lo que vamos a hacer, ¿verdad?
- Ahá.

Entonces se escucha como cierran de un portazo. Salgo de mi escondite y, con extrema precaución, camino a paso ligero hasta donde están mis amigas.

- Chicas, estamos en problemas.
- ¿Qué ha pasado? -dice Patri, preocupada.
- Unas chicas nos están buscando porque piensan que nos hemos liado con Eloy.
- Pero si no es verdad.
- Bueno...
- ¿(tn)?
- Es que... Según Eloy, él y yo nos besamos en la fiesta.
- ¡Lo sabía! Pero que sepas que los espermatozoides no suben tan alto.
- ¿Qué?
- Que es imposible que estés embarazada.
- No me jodas, ¿sí? Ya me contó que fue una broma.
- Pues menos mal... -las chicas se ríen, pero mi mente sigue preocupada.
- Chicas, que nos quieren pegar.
- Uf, que miedo.
- Sí, ya. Cuando llegue el momento a lo mejor no dices lo mismo.
- Eso tú, que eres una cagona.
- Bueno, que me dejéis. Tengo que hablar con Eloy.
- Como se va notando el amor.
- Y tu retraso también.

Me levanto y comienzo la búsqueda de Eloy. Al parecer no está en el instituto, tal vez haya salido ya que es mayor de edad. En todo caso, seguiré buscando por el recreo. Ahora me dirijo a la pista de baloncesto.
Cuando estoy llegando al final de las escaleras, ¡sorpresa! Ahí está. Y no precisamente jugando a baloncesto.

- ¿Se puede saber qué estás haciendo? -digo enfadada. No se por qué, ya que no es nada mío, pero me molesta que fume.
- Fumar.
- Y lo dices tan tranquilo.
- Ni que estuviera matando a alguien, hija.
- Te estás matando a ti mismo.
- De algo hay que morir. Y tú, ¿qué haces aquí?
- Te estaba buscando.
- ¿Tantas ganas tienes de besarme? -dice agarrando mi cintura.
- No es por eso, imbécil -digo apartándome-. ¿Tú tienes novia?
- Si quieres, puedes serlo tú.
- Idiota, hablo en serio. Una de tus supuestas novias quiere pegarme.
- ¿Qué? Yo no tengo de eso.
- Pues es lo que he oído antes en el baño de las chicas.
- ¿Sabes que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas?
- Cuando hablan de pegarte, esa frase pierde importancia.
- Pero quién te va a pegar, a ver. Y por qué.
- Supuestamente porque cuando nos besamos en la fiesta, tú tenías novia. Y claro, en un ataque de celos, esa chica junto con su grupo está buscándome.
- Pero no saben que nos liamos, ¿cierto?
- No, pero están investigando.
- Buah, ¿tienen complejo de "Sherlock Holmes"?
- No digas tonterías. Aunque no lo averigüen, siguen con la intención de perseguirnos a mí y a mis amigas.
- Ese ya no es problema mío.
- ¿No piensas hablar con ellas? Piensan que por nuestra culpa, pasáis de ellas.
- Pero si no sé quienes son, ratona.
- Yo te las presento.
- Si les tienes miedo, ¿cómo piensas hacerlo?
- No les tengo miedo.
- Entonces, ¿por qué me buscas?
- ¡Para que hagas algo, joder!
- Tienes miedo.
- ¡Que no! Simplemente no me parece agradable que me partan la cara porque un chico se aprovechó de mi borrachera y me besó.
- Eh, eh, eh. Que yo no obligué a nadie a que me besara.
- ¡No era consciente de lo que hacía!
- Dos no se besan si uno no quiere -dice, acercándose.
- A menos que sea robado.
- Y si te robo un beso, ¿te apartarás?
- ¿Qué?
- Que te voy a besar.


- ¡Pero qué haces! ¡Te estoy diciendo que me quieren pegar por tu culpa, ¿y sólo piensas en besarme?!
- Pero si lo estabas dese...
- ¡No, joder! -le interrumpo-. Está claro que no puedo acudir a ti cuando necesito ayuda.
- Pero...
- Adiós -le interrumpo, nuevamente-.

Coloco un pie en el primer peldaño y empiezo a subir las escaleras que llevan de vuelta al patio. Cuando llevo la mitad del camino, escucho mi nombre saliendo de los labios de Eloy. Tremendos labios.

- (tn)...
- Qué -digo, girando bruscamente.
- Lo siento. Vuelve, por favor.
- ¿Para que te sigas riendo de mí?
- Que no, joder. Que lo siento. Ven a sentarte, anda.

Le hago caso y, junto con Eloy, nos sentamos en el final de la escalera.
- Qué pasa, ¿piensas ayudarme?
- Sí. Nadie te va a tocar mientras esté yo para impedirlo.

martes, 7 de julio de 2015

Capítulo 12.

- ¡Cuéntamelo todo, quiero detalles!
- Denis, que solo se ha quedado a comer -digo entre risas.

Después de compartir una deliciosa pizza boloñesa con Eloy, nos tumbamos un rato en el sofá para echar partidas al fifa. Este niño es un viciado, lo juro. Jamás me habían ganado antes a este juego, y él en tan solo una hora ya lo había logrado. ¡Y con 15 goles por partido! Ya podéis imaginaros que ese será su único chiste durante los próximos días, semanas, quizá meses.

¿Tanto durará nuestra amistad?

Y al final, pusimos una película. Ya estaba cansada de las horribles palizas... Mientras yo me sentaba a un lado del sofá, el se tumbó colocando la cabeza sobre mis piernas. Casi involuntariamente, comencé a acariciar su pelo.

Tal vez ese fue el motivo por el que se durmió. Qué precioso.


(tn) no empecemos con los enamoramientos, gracias - pensé. ¿Y si era verdad que estaba empezando a gustarme? Tan solo nos conocemos de un día. No, es imposible. ¿Verdad?
Tan solo era atractivo. Y eso no se puede negar.

Y ahora me encontraba explicándole todo esto a mi mejor amiga, la bicho, Denis.

- ¿Y os habéis besado?
- Tía ¿qué dices?, por Dios. Es Eloy, nunca nos besaríamos.
- Sí, seguro... Igual que el día de la fiesta, ¿no? Venga, que estás muriendo de ganas por volver a hacerlo. Y lo sabes.
- Que no, de verdad...
- Lo dices con la boca pequeña. Te mueres de ganas.
- Bueno, déjame ya.
- ¡Aprovecha ahora que está durmiendo! Vamos, ¡debes violarlo!
- ¡No grites idiota, que te puede oír! -grito susurrando.
- ¡Que me oiga! ¡Eloy, despierta y enséñale de lo que eres capaz!

Entonces veo que sonríe. Está despierto, ¡mierda!

- ¿Estás despierto?
- Desde hace un rato -dice risueño mientras se coloca boca arriba para conectar nuestras miradas.
- ¡¡¡Eloy, por fin!!! -grita mi asquerosa amiga a través del teléfono. Él ríe y me lo quita.
- Lo siento, chica. Tu amiga y yo tenemos cosas pendientes. Luego te llama. -y cuelga.
- ¿Qué cosas? ¿Por qué cuelgas?
- Para poder violarte con más tranquilidad.

Vale, eso no me lo esperaba. Pensaba que estaba de broma, pero entonces se sienta de golpe y se pega a mi cuerpo. Comienza a acariciarlo con una sonrisa un tanto perversa. Pero... ¿qué cojones?
Volvía a estar asustada, casi tanto como cuando lo he pillado en casa.

En qué momento se me ocurrió confiar en un desconocido que me recibe con un cuchillo en la mano y que encima me saca 4 años... Esto en demasiado hardcore.

Me levanto rápido, asustada, huyendo. Pero, evidentemente, me imita y me arrincona contra la pared. Acaricia mis muslos con sus sedosas, pero a la vez repugnantes, manos.
Cierro los ojos con fuerza, esperando que acabe rápido, cuando de repente besa mi cuello y se aleja. Abro los ojos y me lo encuentro sonriendo divertido. Cruza sus brazos.

- Sigues siendo tierna cuando te asustas -dice riendo.
- ¿Qué?
- (tn), por Dios. ¿En serio pensabas que te iba a hacer algo malo?
- Teniendo en cuenta que eras el ladrón que había en mi casa...
- ¡Pero si no estaba robando nada!
- ¡Aun así estabas en mi casa sin mi permiso! ¿Quién mi dice a mí que después de esto no ibas a intentar nada raro?
- Aunque lo esté deseando, no te tocaría si tú no quieres.

Vale, eso ha sido demasiado tierno. ¡Pero no! No puedo confiar en alguien que no conozco de nada.

- Fuera de mi casa, Eloy.
- Estás de coña.
- ¿Ves que me ría? No te conozco, y te quiero fuera de mi casa -digo empujándolo hasta la puerta.
- Hace un momento sí me conocías...
- ¿A que te refieres?
- He comido en tu casa, he jugado contigo a la Play y me he dormido sobre tus piernas mientras me acariciabas. Yo eso no lo hago con una persona a la que no conozco.
- Un fallo lo tiene cualquiera. Y este no lo voy a volver a repetir.

A estas alturas de la conversación, Eloy ya se encontraba al otro lado de la puerta de entrada. Y justo cuando voy a cerrar la puerta, presiona con su mano para volver a abrirla.

- ¿Ni siquiera un beso de despedida? -mi rostro muestra mi actual sorpresa- En la mejilla, digo.
- Adiós Eloy.

Vuelvo a intentar cerrarle la puerta en las narices, pero de nuevo empuja la puerta para abrirla. Esta vez dando un paso hacia delante y dándome a la fuerza un beso en los labios. Me quedo paralizada, sin saber que hacer, sin alejarme.

- Ahora sí, ratona. Adiós -dice cuando se separa.

Yo sigo en shock, observando como se aleja por el pasillo hasta el ascensor. Y cuando se posiciona frente a éste esperando su llegada, gira la cara hacia la mía. Sonríe y niega con la cabeza. Yo, vergonzosa, doy un portazo y pego la espalda a la blanca madera de la puerta.


¿Qué acaba de pasar?


martes, 2 de junio de 2015

Capítulo 11.

Mierda, ¿dónde habré dejado mis llaves?

Eso es lo único que pasa por mi mente mientras vacio por completo mi mochila en frente de mi portal. ¿Dónde diablos se esconderán las cosas cuando una las busca?

Encima no paran de mandar mensajes a mi WhatsApp. Que chicas más pesadas...

Vale, esto no lo he metido yo en la mochila esta mañana. ¿Una rosa? Y tiene una tarjetita colgando de su tallo:
"Una rosa bonita para una pelirrosa hermosa.- Anónimo"

¿Desde cuándo tengo admiradores secretos? Este curso está empezando fuerte. Y eso que no hay nadie nuevo que se pueda fijar en mí. ¿Quién será?
De todas formas, es demasiado "pasteloso" para mi body.

¡Sigo sin encontrar las llaves del piso, maldita sea! Tendré que volver al instituto, por si se me han caído por ahí...

¿Acaban de abrir la puerta desde un porterillo?

Bueno, aprovecharé este golpe de suerte para intentar abrir la puerta de casa. A ver si corro la misma suerte.
Pienso las posibilidades que tengo de lograr mi propósito con éxito mientras el ascensor sube hasta la tercera planta: ninguna.

Cuando suena ese pitido que indica que el ascensor ha llegado a su destino, veo que al final del pasillo, mi puerta se encuentra medio abierta.
Mierda, malditos ladrones.

Recorro todo el pasillo como una bala, pero me detengo justo antes de entrar:

(tn), piensa: ¿qué suelen llevar los ladrones? Armas. ¿De verdad quieres entrar? No.

Pues eso.

El miedo me recorre toda la columna vertebral con un breve escalofrío. ¿Qué hago? Es mi casa...
Me armo de valor, pongo mi mochila delante mía a modo de protección -como si me fuera a servir de algo...- y comienzo a caminar despacio.

Un pie; después el otro; uno delante y otro detrás.

Mierda, ¿por qué todo me tiene que pasar a mí? Empujo la puerta con el pie derecho, logrando ver el interior de MI casa. Mi jodida casa, tío. ¿Por qué?

Por lo que parece está ordenada. Algo raro cuando te asaltan, pero bueno. Serán unos ladrones educados, si es que eso es posible.
Continúo el ritmo de antes: un pie, después el otro.

¿Eso ha sido un golpe? Esto no puede ser bueno, joder. Y encima en mi habitación. Sola tenía que vivir, ole de verdad.

Aunque me tiemble hasta el cabello, tengo que saber qué o quién está en mi habitación. Dicen que la curiosidad mato al gato... ¿Será verdad?

Estoy a sólo un paso de mi cuarto, cuando sale un chico al que no reconozco: tiene un pasamontañas que le cubre la mitad del rostro y lleva puesta la capucha de su sudadera negra.
El miedo, que se apodera de mí, tan solo me deja percibir que en sus manos hay un cuchillo.

No necesito saber más. Tiro mi mochila directa a su pecho, como única y patética defensa, y salgo corriendo. Oigo como la suelta de un golpe en el suelo y corre tras de mí.

Lo que faltaba. Justo antes de atravesar la puerta, el encapuchado la cierra. Un momento demasiado inoportuno para que me haya adelantado.
Su mirada penetrante es una mezcla entre deseo y... ¿risa? ¿Se está riendo de mí?

- Hola, caraculo.

Con una de sus manos baja el pasamontañas que cubría su rostro, dejando al descubierto la cara risueña de Eloy.

- ¡¿Pero tú eres tonto o qué te pasa?! -me abalanzo sobre él golpeando su pecho con toda la poca fuerza que tengo, pero sólo consigo que se ría aún más.
- ¿Te he asustado, bebé?
- Tu estúpida sonrisa es la que me molesta.
- ¡Es que tu cara de asustada es muy graciosa!
- Tú estrellándote contra un camión también.
- Llorarías...
- Si, ya... Por cierto, ¿qué haces con un cuchillo? ¿Y en mi casa? ¿Cómo has entrado?
- Mi memoria no ayuda a recordar todo el cuestionario, así que de una en una.
- Idiota.
- Eso no es una pregunta.
- ¡Que cómo has entrado!
- Se te cayeron las llaves en el recreo y las cogí para hacerte una visitilla.
- ¿Por qué no me las diste cuando se me cayeron?
- No hubiera sido tan gracioso...
- ¿Y el cuchillo?
- De la cocina. Para dar más emoción al robo.
- ¿Qué robo?
- El de tu corazón -dice haciendo un corazón con sus manos. Este niño es retrasado.
- Misión fallida.
- Eso ya se verá, ratona.
- Otra pregunta.
- Dime, preciosa.
- ¿El retraso es de nacimiento?
- No. Es algo que va creciendo más y más, como la po...
- Suficientes datos, gracias.

Empieza a reírse. Parece un niño pequeño con esos hoyuelos que le salen a cada lado cuando sonríe. Al final será verdad que me robará el corazón...
¿Pero qué dices, (tn)? ¡Sacalo a patadas de tu casa!
 
No.

- ¿Pedimos pizza?
- ¿Qué confianzas son esas? ¿Me acabas de conocer y ya quieres comer en mi casa?
- Es que he visto que tienes la Xbox...
- ¿Cómo lo sabes?
- Hasta que se me ha ocurrido abrirte la puerta ha pasado un ratillo.
- ¿Has estado curioseando?
- Pero sólo un poco.

Comienzo a reír. Es demasiado tierno, jo. ¿Y ahora por qué me mira tan... así? Esa sonrisa. Pf.

- ¿Tengo algo en la cara para que te me quedes viendo?
- Una sonrisa preciosa.
- No sigas que me enamoro...
- ¿Voy por buen camino?
- Era ironía, chato.
- ¿Sí? Pues a ver si se te quita esa ironía, simpática.

Intenta atraparme entre sus brazos, pero consigo escapar y correr por el piso. ¿Qué pretende? Al final acabaré descubriéndolo;

1. Mi apartamento no es tan grande.
2. Es más rápido que yo.
3. Ya me ha cazado. Mierda.

- ¡No! ¡Cosquillas no!

jueves, 28 de mayo de 2015

Capítulo 10.

*Chicas, no me he podido librar de Eloy. Tendremos que estar con ellos en la cafetería...*

Sé que probablemente no lo leerán, pero aún tengo esperanzas de que alguna lleve el móvil, lea el mensaje, y me salve.
Este chico es, prácticamente, un desconocido, aún no puedo fiarme de él, y vamos a comer juntos. Muy bien pequeño cerebro.

- ¿Qué piensas?
- Nada.
- ¿En mí?
- Pues sí. -me mira pícaro- Pero no de la forma en la que estás pensando. Sorry.
- ¿De qué forma entonces?
- Ninguna -comienzo a reír.

Se contagia de mi risa, aun sin saber en qué pensaba, y como dos tontos empezamos a reírnos solos.
La verdad, no pensé que Eloy fuera tan simpático. La impresión de esta mañana... Bueno, mejor no recordarlo. Me quedo con el Eloy bueno.

- ¿Sigues pensando en mí?
- ¿Sabes? Eres muy pesado.
- Simpática -dice irónico.
- Gracias.
- Mira, me voy. No se para que intento caerte bien.

Veo como se propone desaparecer por el pasillo, dejándome sola. No se cómo ni porque, pero mi mano sujeta con fuerza su antebrazo. ¿Ahora que le digo?


- ¿Qué haces? -dice girando la cara hacia mi.
- Nada -digo soltándole de inmediato.
- ¿Seguro?
- Mmm.. ¿sí?
- Está bien -vuelve a darme la espalda para irse.
- No te vayas, jo.
- ¡Al fin lo dices, mujer! -sonríe.
- ¿Perdón?
- Quería escuchar eso de tu boca. Suena realmente bien, ratona -comienza a reírse.

¿En serio esto está pasando? Si quería hacerme pasar vergüenza lo ha conseguido. Cómo habré podido caer, diciéndole eso...

- Entonces, ¿vamos a la cafetería?

Me extiende su mano para que la agarre. Y así lo hago, sonriendo tímidamente mientras asiento con la cabeza.
No me explico cómo está consiguiendo todo esto de mí en un solo día.

Por el camino, algunas personas nos miran. Pero Eloy es solo un amigo, no entiendo por qué tantas miraditas. Incluso algunas de celos por parte de las chicas -y algún que otro chico, todo hay que decirlo-.
En una de esas miradas intimidantes, suelto su mano. Pero al segundo vuelve a agarrarla.

- ¿Qué te pasa?
- Nos están mirando, Eloy. Y si las miradas matasen creeme que ya estaba enterrada bajo tierra.
- No seas exagerada -dice riendo.
- ¿Exagerada? Claro, como a ti no te miran...
- A lo mejor me miran más que a ti. Probablemente sea así.
- Eres un creído. ¿Te lo han dicho alguna vez?
- No, eres la primera.
- Estoy orgullosa de ello.
- Eres la primera en muchos sentidos.
- ¿A qué te refieres?
- Yo me entiendo -dice sin mirarme, mostrando una sonrisa en su rostro.

Y así seguimos el camino, hasta que llegamos a la puerta del comedor. Al entrar, Eloy ve a sus amigos. Suelta mi mano y avanza hacia ellos. Mierda, ¿por qué...?
Me quedo un poco apartada, esperando a que mis amigas llegaran. Entonces oigo mi nombre.
Eloy.

- ¡(tn)! ¿A qué esperas para sentarte, mujer?
- Estoy esperando a las chicas -digo alzando la voz para que me oigan.
- Pero ya vendrán. ¡Sientate mientras!

Resignada, voy a la mesa en la que están los chicos. Me siento al lado de Iván, teniendo delante a Eloy, y al lado de este, Manu.

- ¿Dónde están tus amigas, rubirosa?
- ¿Rubirosa?
- Eres rubia y pelirosa. Tiene sentido -dice riendo.
- No, Iván. No lo tiene -digo siguiendo su risa.
- Bueno, contesta.
- No lo se, se supone que vienen para acá. A no ser que se las haya tragado el WC.
- Eso tiene menos sentido que lo de Iván.
- Muy mal, Eloy. Debes apoyarme en todo como buen acosador.
- ¿Perdona? ¿Acosador?
- En el fondo de mi corazón te aprecio, ya lo sabes -digo haciendo un corazón con mis manos, provocando la risa de los chicos.

De pronto se abre la puerta del comedor, y ahí están. Las niñas más tardonas que he conocido nunca.

- No llores más, bicho. Ya estamos aquí -dice Denis besando mi mejilla.
- ¿Por vosotras? Más quisierais.
- No le hagáis caso. Hemos tenido que comprar antidepresivos y todo.
- Pero bueno, ¿tú de que parte estas, Eloy? Me estás decepcionando...
- ¡Haced hueco, que no entramos!

Y así pasamos la hora del almuerzo. Entre risas, bromas, alguna que otra mini-batalla de comida, en fin: como si nos conociéramos de toda la vida.

Se hace raro coger tanta confianza con alguien de un día para otro. Pero sienta bien.

viernes, 22 de mayo de 2015

Capítulo 9.

- ¡Adiós! Un beso, y voy a descender...
- ¡Necesito saber de ti todos los días, cada hora!... ¡Porque en un minuto hay muchos días! ¡Según esta cuenta, habré envejecido antes de que vuelva a ver a mi Romeo!
- ¡Adiós!... ¡No perderé ocasión de enviarte mis recuerdos!
- ¿Volveremos a vernos algún día?
- ¡Sí! Y estas penas de ahora serán tema de dulces conversaciones en los días futuros... ¡Adiós, Julieta! ¡Adiós!

A estas alturas, ya están todas las chicas llorando; menos mis amigas y yo, claro. Pero si aún no se ha muerto ninguno de los dos, ¿para qué tanta lágrima? Bueno sí, han muerto el amigo de Romeo y el primo de Julieta, ¿no? Espera, creo que me he perdido.

Si Eloy no me estuviera hablando por Twitter, podría ver la película tranquila. Maldita Denis, repartiendo mi usuario por todo el mundo.

- ¿Sabes qué estaría bien? Que me dieras tu número de teléfono. Esto me va fatal. Además, WhatsApp es más cómodo, ¿no crees?
- Si me pilla la profesora con el móvil, estoy jodida. O sea, ¿me la estoy jugando por ti y tú sólo piensas en pedirme el número de teléfono?
- Que romántica, te estás jugando el pellejo por mí :')
- Si quisiera podría bloquearte por acoso...
- Si quisieras, pero no quieres. Y lo sabes.

Bloquearte no, pero centrarme en la película sí. Guardo el móvil en mi mochila, que se encuentra sobra la mesa, e intento atender. Seguro que después de esto nos pone un examen sobre Romeo y Julieta. Dios, como odio a esta profesora.

- Psss, ¡(tn)! -alguien susurra.

Me giro y veo a Denis mirándome. Sí, nos han cambiado de sitio, hablamos demasiado. Pero claro, sólo en literatura. Maldita profesora. Yo sigo en la última fila, pero ella está en la fila contraria, dos asientos más a delante. 
Pero eso no impedirá que hablemos. Eso es imposible.

- ¿Qué? -susurro, imitándola.
- ¡Pillalo!

Y me lanza un papelito. Típico...

"Tía, Eloy me está hablando por md pidiéndome tu número de teléfono. Lo siento si te molesta, pero se lo he dado. Te quiero bichito  lindo.
Denis.xx"

La mato. Yo la mato. Un día de estos la tiro por la ventana. 

Vuelve a girarse, esta vez sonriendo inocentemente. Mi mirada le hace saber que la odio en este momento más que a nadie, pero ella es feliz. Muy bien, oye. Vuelve a concentrarse en la película, mientras yo noto una vibración bajo mis manos, posicionadas sobre la mochila.

Mierda.

Saco el móvil despacio, mirando a la profesora por si se da cuenta. Lo coloco sobre mis piernas, bajo la mesa, y lo desbloqueo. Mientras tanto, la lucecita azul no para de iluminarse. Un mensaje de WhatsApp.

- Ratona ❤

¿Se puede saber cómo lo hace? Sacarme sonrisas involuntarias, digo.

- Acosador.
- Sosa.
- Corrijo: Preciosa.
- Eso también.
- En verdad no... Ja ja.
- Eres preciosa.
- Sólo para ti, y tan solo conociendome de dos días.
- Tienes ese "no se que" que me encanta.
- Deja de buscar frases en Google, por favor ;)
- Es que tienen tantísima razón...
- ¿En serio las estás buscando?
- No.
- Menos mal.
- ¿Por quién me tomas? Ya las había buscado antes.

Una carcajada intenta salir desde lo más profundo de mi ser, pero intento que no salga. Romeo se está suicidando, no tendría sentido mi risa. La profesora me quitaría el móvil y quiero seguir hablando con él.

¿Realmente acabo de decir eso? Bueno, no tiene nada de malo que me divierta con este chico. Sólo somos amigos.

- ¿Sigues ahí, ratona?
- Siempre.
- Eso te ha quedado muy bonito.
- Lo se. Y es mío, no de Google.
- ¡Oye, que estoy intentando ser romántico!
- Pues no lo haces muy bien...
- Dame tiempo, capulla.
- Lo estás empeorando, grandullón.
- Y tú vas mejorando. Me gusta lo de "grandullón".
- Aprende de la maestra.
- Mini-maestra.
- Como si midieras dos metros...
- Casi, casi. Y tú que, ¿ya has llegado al metro y medio?
- Tienes una gracia sobrenatural.
- Te encanta.
- Me gustaría más ver como te estampas contra el suelo.
- Mal vamos...
- Voy a ver como se suicida Julieta. Aaaadios❤
- ¡Te has despidido con un corazoncito!

Mi buena acción del día. Acabo de hacer feliz a un niño inocente. O no tan niño. O no tan inocente. Mejor dejemoslo...

La película, tras unos minutos de sufrimiento femenino, por fin llega a su fin. La profesora se levanta de su asiento y enciende las luces del aula.

Dios, mis ojos.

- Espero que os haya gustado la película, porque entrará en el próximo examen.

Nadie se sorprende, todos la han visto tranquilos. Pero yo, por el maldito niño pesado, no me he enterado de nada.
Diréis: "Buah, es Romeo y Julieta. Seguro que sabes el argumento al menos". PUES NO. No me gustan las películas tan pastelosas, así que nunca me he interesado por saber ni tan siquiera de que trataba.

Mierda, ¿por qué?

- Profesora, ¿cuándo es el examen?
- Mañana mismo.

MAL, MUY MAL. ¿Cómo voy a ver la película entera en una tarde? Bueno, realmente tengo tiempo de sobra, pero no me gusta, y además quería salir un rato por la tarde. Joder, ¿por qué?
Verás cuando vea a Eloy. Este se caga.

- Bueno, y ¿qué os ha parecido?

Justo en ese momento suena el timbre. ¡Al fin recreo! No soporto ni a esta tía ni a la asignatura en general. Literatura se me da de culo, y ojalá pudiera quemar el libro. Pero no, lo tengo que guardar en la taquilla.

Las chicas ya habían salido, pues ellas siempre van al baño antes de comer, y quedamos en la cafetería; la que llegue primero coge sitio. Siempre ha sido así.
Pero antes de atravesar la puerta:

- ¿Pesa mucho la puerta?

Le digo a Eloy, que está apoyado en ella impidiendo a la vez mi paso.

- Más pesan mis musculosos brazos -dice mostrando sus bíceps.
- Mas que tu cerebro seguro.
- Y más que tu cuerpecito chiquitín.
- Ya empezamos a bromear con la altura...
- ¡Es que eres tan pequeñita y achuchable! -dice mientras:


Tras unos segundos de numerosos besos por parte de Eloy -como en la foto-, estruja una vez más mi cabeza contra su pecho y me suelta.

- Bueno, ¿vamos?
- ¿A dónde?
- Al baño a que te viole. Donde va a ser, pues al comedor.
- ¿Contigo?
- ¿No íbamos a estar los siete juntos?
- ¿Qué siete?
- Hija, tus amigas y los míos. No es tan difícil.
- Ah, sí, eso... Pues verás, es que tengo que llevar los libros a la taquilla y las chicas estarán aún en el baño.
- No importa, te acompaño.
- No hace falta, de verdad.
- Sí hace falta. ¡Vamos!

Y salimos juntos. De la clase, claro.

jueves, 30 de abril de 2015

Capítulo 8.

Después de haber estado un rato con Eloy, conociéndonos más, me he dado cuenta de que en el fondo es un buen niño. Podríamos tener una bonita amistad.

Cuando llegaron Patri y Denis se lo presenté, pero finalmente nos fuimos cada uno a su clase.
Una hora entera hablando con ese chico, parece increíble.

- Bueno chicas, nos vemos en el recreo, ¿no?
- Emm... Sí, bueno. Luego te buscamos -digo con la intención de evadir su propuesta. Que vergüenza.
- Estaré con Iván y Manu en el patio, cerca de la cancha de baloncesto. Allí os esperamos -sonríe, seguro de sí mismo, y me besa la mejilla dejándome entre asombrada y embobada.


(tn), relaja las hormonas.

Observamos como Eloy se aleja, mezclándose con la multitud del pasillo. Y cómo no, cuando éste desaparece, Denis y Patri comienzan a soltar grititos de emoción mientras saltan a mi alrededor. Tampoco ha sido para tanto... Espera, ¿sigo con la cara de atontada que me ha dejado?

- ¡Te ha besado! ¡Estáis enamorados! ¡Os casaréis, tendréis siete hijos y yo seré la madrina de todos ellos!
- No te pases, Denis. Tú serás la madrina de tres, yo de otros tres, y Clau solo de uno por perderse este ¡momento de amor máximo!
- Chicas, os estáis precipitando. No estamos...
- ¿Qué me he perdido? -es aquí donde Clau se une al apocalipsis.
- ¡(tn) y Eloy se van a casar! -gritan mis supuestas amigas.
- ¡Ahhhhh!

Todo el pasillo nos está mirando. Pero lo peor no es eso, sino que Eloy no había desaparecido del todo. En un lateral lo veo echado sobre una taquilla, risueño, mientras sus amigos están a punto de caerse al suelo de la risa.

No me queda otra que resoplar resignada por tener unas amigas así, y alejarme de esa escena tan alocada que se ha formado en un momento para dirigirme a mi taquilla.

La misma costumbre de siempre. Lunes, tercera hora, Literatura.

Agarro mi libro antes de cerrar la taquilla, doy media vuelta y, por desgracia, tengo que volver a pasar por la zona de grititos, saltitos y risas. Parece que se han calmado un poco, los alumnos circulan sin prestar casi atención, pero Eloy, y sobretodo sus amigos, siguen carcajada tras carcajada. Y aumentan cuando paso por su lado.

- ¡Aquí llega la novia!
- Yo os declaro, marido y mujer. -dice Manu poniéndose delante mía y de Eloy, a lo que no puedo evitar una risa tonta.
- Si en verdad te encantaría, pelirrosa -habla Eloy, y me guiña el ojo.

Maldita costumbre la suya de guiñarme el ojo siempre. Al final vamos a acabar mal... -pienso.

- Puede que lo desees tú más que yo, grandullón -le digo mientras palmeo su pecho y continúo mi camino pasando entre él e Iván.
- ¿Dónde vas?
- No se tú, pero yo tengo clase.
- Hostia, nosotros también...
- No hay ganas -bosteza Iván.
- ¡Venga a clase, hombre ya! - digo empujándolos hacia atrás.
- Que tierna te ves intentando arrastrarlos... Es una lástima que no puedas -se ríe Manu a mi costa.
- No se que hago aquí, si me caeis mal -escupo con cara de asco.
- Yo no, ¿verdad?
- No, Eloy. Tú ya me caes un poco mejor -sonrío.
- Al final acabaréis en el altar
- Ya ves, tío.

Vuelven a reírse los amigos de Eloy, y me contagian. Pero me doy la vuelta para disimularlo.

No son tan malos chicos después de todo.

sábado, 25 de abril de 2015

Capítulo 7.

- ¿Qué te pasa, ratona?
- ¿No has encontrado un nombre más ridículo?
- Sí, muchos. Pero me gusta "ratona".
- Gracias por la información.
- No me has respondido.
- Ya, es que no tengo porqué. Además, no me pasa nada.
- Te entiendo, yo también lloro de vez en cuando como una magdalena sin motivo -dice irónico.

Alzo la mirada, y ahí está. Mi chico del septum. ¿Acabo de decir "mi chico"? Menuda tontería. Que asco... -pienso. Pero ahí está, sonriendo y tratando de contagiarme la sonrisa.
Lo siento, pero no, no me apetece sonreír en este momento.

Se sienta a mi lado, y me acaricia la espalda. Un escalofrío recorre toda mi columna vertebral, de arriba a abajo. ¿Pero qué coño...? Me aparto al segundo.

- ¿No tienes otra cosa que hacer, aparte de molestarme?
- Solo intento ayudar.
- ¿Me puedes explicar ya qué hicimos el sábado?
- No hasta que no me digas que te pasa.

No le contesto. Me da igual no saberlo, ya me lo ha dicho su amiguito Iván. Tras unos segundos de silencio, en los que por mi mente ronda el continuo pensamiento de: Zorra, zorra, zorra, zorra..., mis lágrimas vuelven a salir cada vez con más intensidad, obligándome a quitarme las gafas y hundir la cabeza entre mis piernas.

- No... (tn), yo... Lo siento, no quería hacerte llorar.
- ¿Estás seguro?
- ¿Por qué dices eso, ratona?
- Déjame en paz, Eloy. Te llamas así, ¿no?
- ¿Cómo lo sabes?
- Da igual, déjame en paz -vuelvo a colocar mi cabeza en las rodillas.
- No pienso dejarte aquí sola mientras lloras.
- Hace un segundo no te importaba nada de eso. Solo era un "pequeño trozo de mierda" para ti.
- Mírame, (tn).

Paso.

- (tn)...

Que me dejes.

- ¿Puedes contestar? Bueno, mejor: simplemente mírame -al no hacerlo, resopla y se sienta más cerca mía, haciendo que nuestras piernas se rocen-. Ven.

Entonces, con una ternura sobrehumana, agarra mi rostro apartando algunos mechones que cubren mi cara mientras susurra: "shhh".


- Tranquila, ratona -nuestras miradas conectan-. No hicimos nada el sábado, simplemente nos besamos y bailamos un poco.
- Eso no es lo que dice Iván...
- ¿Qué? ¿Has hablado con él?
- Se enfadó y dijo: "eres tú la que tonteó con los tres a la vez" o "bailaste con Eloy y conmigo a la vez" -digo imitando mal la voz de un chico, provocando su risa-. Si te parece gracioso que me haya convertido en una zorra, vete.
- No, no. Lo siento, ratona. No te has convertido en nada. Por bailar y pasarlo bien no haces daño a nadie, recuerda.

Nos quedamos en silencio, mirándonos. No es algo incómodo, simplemente disfruto de las hermosas vistas que este chico me brinda. Entonces, su mirada baja hasta nuestras manos, que están entrelazadas sin saber ni cómo quedaron en esa posición. Con sus dedos, comienza a acariciar el dorso de mi mano izquierda.
Observo cada movimiento, cada círculo que traza sobre mi piel. Subo la mirada poco a poco, hasta llegar a su rostro. Él también observa nuestras manos. Entonces, alza la cabeza sonriendo.

- Creo que deberíamos ir a clase -digo, algo incómoda.
- Ha faltado tu profesor.
- El tuyo no.
- Me da igual, estoy a gusto contigo.

Mantengo la conexión que se ha creado nuevamente entre sus preciosos ojos grises y los míos. Sin esperarlo, acerca su pulgar a mi mejilla y retira las últimas lágrimas que delatan mi anterior llanto.

- No me gusta verte llorar, ratona.
- Ni a mi ser una zorra, pero hay que aguantarse -digo sonriendo, intentando dar humor a la situación.
- Y retrasada también -dice siguiendo mi sonrisa.
- Gracias, hombre.
- No hay de que, ratona -y me guiña un ojo.
- Era ironía, tío listo.
- No me digas, ¿sí?
- No me vaciles, eh...
- ¿Qué me vas a hacer, enanita?
- No quieras saberlo -sonrío aun más.
- Me encanta cuando sonríes.

Mierda, siempre me deja sin saber qué decir. Y para rematar parece que me he ruborizado, porque comienza a pellizcar una de mis mejillas mientras dice:

- ¡Ohh, que tierna!
- Déjame -digo sonriendo mientras aparto su mano con delicadeza.
- Enamoras.
- Pues hace unas horas me odiabas.
- ¡Eso no es verdad!
- ¿Ah no? Entonces, ¿por qué tus amigos y tú no parabais de incordiarme antes?
- Me gusta hacerte rabiar.

Mierda, este chico está resultando bastante interesante. Mal, muy mal.

sábado, 18 de abril de 2015

Capítulo 6.

Cuando entro a clase, el profesor aún no ha llegado. Y me extraña, porque el de matemáticas siempre suele llegar temprano. En fin, me dirijo a mi sitio, en el cual están las chicas charlando con dos compañeros de clase.

- Hey, brothers! -grito cuando llego.
- ¿Qué pasa, mediometro? -dice Carlos, haciéndome rabiar como siempre.
(Carlos)

- Verás la mediometro lo que es capaz de hacer.

Suelto con un golpe mis cosas sobre la mesa y empezamos a pelear. De broma, claro. Siempre estamos así. Realmente, mis amigas y yo somos las que solemos dar juego en la clase. Hacemos bromas, nos hacemos bromas con los chicos, etc. 

Os preguntaréis que por qué con los chicos. Pues básicamente porque nos llevamos mejor con ellos. Son más graciosos y menos irritantes que las chicas. Además, creo que ellas nos odian por bromear con ellos. Menuda tontería.

- ¿Por donde quieres que empiece? ¿Patada en la boca o en las costillas?
- Primero prueba a ver si llegas con esas mini-piernas, chiquitina.

Todos los que observan risueños la escena, ríen por su comentario, y la verdad es que yo también. No puedo evitarlo.

- Como si tu fueras muy alto, que tampoco es para tanto, chulo asqueroso.
- ¿Ah, no? -dice acercándose a mi. 

Se pone en una posición intimidante para mi, colocando su frente en mi cabeza como si en cualquier momento fuera a tirarse sobre mi. Vale si, me saca seis cabezas mínimo.
Tal vez exagero.

- ¿Sabes qué? Dicen que los altos la tienen pequeña.. -digo mostrándole mi mano, en la cual ahora sobresalen el dedo gordo y el índice.
 
(échale imaginación, mente sucia)

- ¿Quieres verla? A lo mejor hasta te asusta.
- Si, de lo fea que es.

Todos volvemos a reír, incluidos nosotros dos.

- Cuando la conozcas no volverás a decir eso de ella.
- Que asco das.
- Oye una pregunta, ¿cómo se ve el mundo desde ahí abajo?
- ¿Quieres que te parta las piernas y lo compruebas por ti mismo?
- Incluso sin piernas sería más alto que tú, microbio.
- ¡¡Denis, defiendeme!!
- Una enana defendiendo a otra más enana aún. Esto va a estar gracioso.

Más y más risas. Y mientras, Denis se levanta de su asiento intentando parecer indignada. Cuando está frente a él, le dice:

- Tu cerebro si que es enano. Ah no, que no tienes.
- ¡ZAS! -grito.
- No me obliguéis a mataros a las dos, que aún os tengo aprecio.
- Primero tendrás que intentarlo, porque conseguirlo no creo..
- ¿Lo quieres ver, chula?
- ¡Venga, chulo!

De un momento a otro nos ha rodeado el cuello con cada brazo suyo, haciendo que nuestras cabezas choquen. ¿Cómo coño me defiendo de este gigante? Pellizcos. Nunca falla. Mi mano se acerca a su trasero y, con solo dos dedos, hago que vea las estrellas. Mágicamente nos suelta. Denis y yo empezamos a reír, al igual que el resto de la clase, y chocamos nuestras manos. Ganamos la batalla.

Pero no la guerra.

Carlos levanta la cabeza, con una mezcla entre rabia y ganas de romper a carcajadas. Pero se declina más por la rabia, y corre detrás nuestra.
Parece gracioso, de echo todos nos estamos riendo, pero la gracia desaparece cuando mi cara choca con algo, y por consiguiente caigo al suelo de culo.

Más carcajadas, menos las mías.

Miro para arriba con la esperanza de no encontrarme al profesor y, por suerte o por desgracia, no es él con quien he chocado. Y digo por desgracia porque la persona con la que he chocado es uno de los amigos del chico del septum.

- ¡Ese Manu! -grita Carlos cuando lo ve, haciendo que sus manos se golpeen.
- ¿Que pasa Carlitos?
-Aquí, que parece que ha faltado el de mates. ¿Tú no tienes clase?

Gracias por ayudarme, chicos- pienso. Me levanto y voy hasta las chicas corriendo para decirles quien es el que acaba de entrar. Ellas, como "buenas" amigas empiezan a reír mientras lo llaman. A pesar de que intento cerrarles las bocazas, el chico se da cuenta de que estamos allí, evidentemente, y camina hacia nosotras.

Que guay todo, sí.

- Hola, guapas -dice sonriendo. Que asco da.
- ¡Hostia! -grita Denis- ¿tú eres el de la fiesta?
- Mira, al menos alguien me recuerda -dice mirándome.
- Las cosas desagradables prefiero olvidarlas, sinceramente.
- Pues por eso, no entiendo porque no me recuerdas, bebé
- Me voy
- ¿Dónde? -dice Patri.
- ¡Lejos de vosotros!

Mis amigas y Manu empezaron a reírse mientras yo me alejaba. Voy a preguntar si ha venido el profesor, y así aprovecho para darme un paseo. Antes de salir al pasillo, me cruzo con un indeseable que hace tapón en la puerta.
Otro amigo del chico del septum.

- Carlos, ¿le puedes decir a tu amiguito que se aparte? Está en toda la puerta.
- ¿Por qué no se lo dices tú?
- No me cae bien.
- Mentira.
- ¿Os conocéis?
- Por desgracia sí..-dice el chico.
- ¿Perdona? Desgracia la mía, que tú y tus amigos no dejáis de molestarme desde esta maldita mañana.
- Eres tú la que tonteó con los tres el sábado y ahora "no se acuerda" -dice gesticulando las comillas.
- ¡Yo no he tonteado con nadie!
- ¡Pero si bailaste conmigo y con Eloy a la vez, microbio!
- ¡¡Eso es mentira!!
- ¡¡¡Ya basta!!! -grita Carlos, cansado.

Toda la clase mira atentamente la escena que hemos montado. Estaba medio tranquila, pero al ver como el tal Iván y el tal Manu se ríen, mi sangre comienza a hervir como nunca. Tanto, que mi mano choca con la mejilla del que tengo más al alcance: Iván.

- ¡Pero qué coño haces, gilipollas!
- ¡A ver si así se te quitan las ganas de reír! ¡Y a ti te digo lo mismo, orco de mierda! -me dirijo a Manu en este caso.
- ¡Ya te gustaría tener mi cara, moco teñido!

Antes de que pueda seguir peleando con estos dos imbéciles, mis amigas me sacan a rastras de la clase, y me sientan en las escaleras del pasillo. Sin saber el porqué, unas lagrimas llenas de culpabilidad recorren mi rostro, aterrizando en mis manos.



- Eh, no.. Bichito, no llores. ¿Por qué..?
- Soy una maldita zorra, Denis.
- No digas eso, caraculo -dice Clau sentándose a mi lado y acariciando mi espalda.
- ¿No has visto lo que acaba de decir ese chico? Tonteé con todos los que pude.
- A lo mejor se lo ha inventado.. ¿no?
- No se por qué, pero me da la sensación de que dice la verdad..
- ¿Quieres un vaso de agua, bichito?
- No te molestes..
- No es molestia, ahora vengo.
- Te acompaño -dice Patri.
-¿Te quedas con ella, Clau?
- Sí, sí, tranquilas.

Cuando Denis y Patri desaparecen, a Clau se le ilumina algo dentro de su pequeña cabecita.

- Se van a enterar estos dos de lo que es bueno.
- Clau, ¿qué piensas hacer?
- Matarlos. Quédate aquí hasta que vengan las otras.
- Vale. Pero tranquila eh, a ver si la van a tomar contigo también.
- A mi como si me secuestran, pero a mi amiga no le van a tomar de zorra porque no me da la gana.

Se está alejando, y cuando casi llega a la puerta del aula, la llamo, y cuando se gira digo:

- Te quiero, pequeñaja.

Ella simplemente sonríe y me guiña un ojo. Qué adorable.
Ya estaba algo más calmada. No se por qué he llorado. No se merecen mis lagrimas. Nadie las merece, o al menos eso pienso yo. Las chicas están tardando bastante, ¿no?

Esto de estar sola no me gusta. Me hace pararme a pensar, y eso trae lágrimas. No quiero ser una zorra. No como mi madre. Diréis que soy una mala hija llamando así a su propia madre, pero el odio me consumía. ¿Cómo pudo volver con ese estúpido al que debería llamar "papá"?
Después de todo, la echo de menos. Un año sin ver a tu madre, a tu abuela, tu familia.

¿Veis como era mala idea quedarme sola? Vuelven las lágrimas.

Me he convertido en una zorra; pronto querré vivir con un maltratador con tal de no quedarme sola, con tal de tener a alguien con quien practicar el maldito sexo. Porque eso era lo único que quería mi madre. Sexo. Y por eso ha vuelto al infierno que era su vida.

Sin darme cuenta, unos pasos comienzan a acercarse rápidamente a mi. Cuando paran, levanto tímidamente la mirada, pero esos pantalones vaqueros no son como los que viste ninguna de mis amigas.

El que faltaba.

martes, 10 de febrero de 2015

Capítulo 5.

- Permiso... -digo susurrando.
- Buenos días, (tn). ¿Sabes que hora es?
- La verdad es que no, señor
- La clase empezó a y media, y están a punto de dar menos cinco. Casi 25 minutos de retraso.
- Lo siento mucho, no volverá a pasar
- Eso espero, porque la próxima vez lo tendré en cuenta
- Claro, señor

Miro en la última fila y ahí veo a Denis. Me siento a su lado; teniendo a Clau y Patri sentadas delante. Las tres me miran interrogativas, deseando saber que me había pasado para retrasarme tanto.

- Luego os cuento, chicas -digo susurrando

Todas asienten y atendemos al profesor, que estaba explicando no se que de las drogas. ¿Qué me importará a mi eso? Es más, ¿qué tienen que ver las drogas con las ciencias? No le encuentro el sentido a las clases de profesor Lenin. Nunca lo he encontrado.


Pongo mi bolsa encima de la mesa y la abro. Saco el estuche y el cuaderno, y comienzo a tomar notas. Así trascurren los minutos hasta que al fin suena el timbre que nos indica el fin de la clase, y el profesor se va.

- Di, ¿que te ha pasado?

Me pregunta Denis, girando su silla y acercándola a mí como si fuera un detective interrogando a su sospechoso número 1. Al escuchar la pregunta, Clau y Patri se giran también, dejándome acorralada, sin más remedio que decirlo.

- En resumen, tres chicos de 2ºbach me han acosado -me río, pero ellas se quedan serias- a ver, es exagerando, no ha sido para tanto, tranquilas chicas.
- Ah, ya pensaba que habría que matar a alguien -dice Denis.
- Pero dinos más, ¡que eres una sosa!
- ¿A que no te lo digo?
- ¿A que te pego?
- ¡Venga, chula!
- ¡¡(tn), Clau, parad ya!! (tn) sigue contándonos -exige Patri.
- Está bien, está bien.. A ver, resulta que ayer Denis y yo fuimos al Starbuck, y el chico de la barra intentó ligar conmigo a través de un mensaje en mi vaso, ¿recuerdas? -le digo a Denis, la cual asiente- bien. Pues me lo he encontrado, y iba con dos de sus amigos.
- ¿Y eran guapos? -me interrumpe Clau.
- Bueno, no estaban mal. Eran altos, musculosos, atrac..
- (tn) te estás yendo del tema -me interrumpe nuevamente Patri.
- Vale, vale. Clau, las preguntas para el final.
- Pero..
- ¡(tn)!
- ¡¡Que voy!! Como iba diciendo, me he encontrado al chico del Starbuck con sus amigos y me han perseguido hasta aquí. Pero lo mejor de todo es que también estuvieron en la fiesta del sábado.
- ¿Pero no decías que no recordabas nada de esa noche? -pregunta Denis.
- Y es verdad, no recuerdo nada -digo riendo.
- Entonces, ¿cómo sabías que estuvieron?
- Me lo han dicho. Más bien me han dicho que me acosté con uno de ellos.
- ¡¡¿¿WHATS??!! -gritan todas a la vez mientras yo me río.
- ¿De verdad os vais a creer esa chorrada? Soy virgen.
- No recuerdas nada, tal vez tengan razón.

Vale, ya me estoy asustando. Mis amigas tienen razón, ¿y si ya no soy virgen? ¿Y si no usamos protección? ¿Y si voy a ser mamá? Tendré que buscar un trabajo para mantener al bebé, y seguro que su padre no querrá hacerse cargo de él y acabaré estresada, sin estudios, sin trabajo, sin dinero, y robando para dar de comer a mi hijo, pero me pillarán y acabaré en la cárcel, me quitarán a mi bebé y mi último recurso serán las drogas.

Creo que me he pasado.

-¿Qué piensas hacer (tn)?
- Morir por sobredosis de cocaína.. -digo estando en mi mundo.
- No seas imbécil, joder. Lo primero que tienes que hacer es hablar con el chico.
- Pero si no se ni quién es.
- Pues lo buscamos, en marcha.
- Tenemos que dar dos clases más, Patri.
- Bueno, en el recreo vamos.
- Así mejor.

Antes de que llegara el profesor de matemáticas, voy corriendo a mi taquilla para cambiar el libro. Al llegar, pongo la clave y se abre. Guardo el libro de ciencias y cojo el de mates. Odio mi vida en este momento..- pienso. Cuando cierro la puerta de mi taquilla me encuentro al chico del septum echado en la taquilla de al lado sonriendo. Pego un bote del susto, y me voy. Pero noto que me sigue.

- ¡Hey, pelirosa! Esperame, ¿no?
- No merece la pena gastar mi preciado tiempo contigo.
- Entonces tendremos que repartirnos la custodia de Adrián.
- ¿De quién? -digo girándome para mirarle. Sonríe burlón.
- Adrián, nuestro hijo.
- La única neurona que te quedaba se acaba de suicidar.
- No puedo parar de reír -dice serio (e irónicamente).
- Lo se, soy demasiado graciosa.
- Es una de las cosas que me gustan de ti -se acerca a mi.
- Voy a llorar de la emoción -digo con ironía.
- ¿Tan guapo soy? -pone sus manos en mis caderas.
- Pues si, pero si no quieres que te desfigure esa cara bonita de un tortazo, aparta tus manos de mi cuerpo.
- No decías lo mismo el sábado -sus manos bajan a mi trasero, y me aparto bruscamente.
- Sobre eso, tenemos una conversación pendiente tú y yo.
- ¡Al fin! ¿Entonces cuidaremos juntos del pequeño Adrián?
- Dios, no te soporto -oigo como se ríe.
- Si me das un besito aquí -señala sus carnosos labios- te cuento un secreto.
- No creo que me interese tanto ese secreto. Me voy, que llego tarde.

Me doy la vuelta para caminar hacia mi aula de nuevo, pero tan solo he dado un paso cuando una mano me hace girar de un tirón. El chico de antes. Con el tirón que me ha dado consigue que nuestros cuerpos queden muy cerca, y me quedo paralizada.
Una de sus manos agarra la mía, y la otra se posiciona con lentitud sobre mi cintura, atrayéndome a él. Acerca sus apetecibles labios a mi cara, y va dejando un rastro de besos por ella, mientras mis ojos se cierran involuntariamente. Uno cerca de la oreja, la mandíbula, la mejilla, la comisura de mis labios, y cuando llega a estos, yo ya no me controlo. Me dejo llevar, y abro un poco mi boca, esperando un beso. Un beso que nunca llega. 

- ¿Qué haces, chiquilla, boqueando como un pececillo suplicando que te bese?


Abro los ojos y lo veo sonriendo más que de costumbre, y sus burlas no tardan en llegar, acompañando a esa asquerosa sonrisa.

- ¿Dejarías que te volviera a besar, pececillo?
- Eres un imbécil, ¿te lo han dicho alguna vez?

Me giro enfadada, y continúo caminando hacia mi clase, mientras escucho su risa detrás mía.

- ¡Eres guapa hasta de espaldas, pelirosa!

Y entonces, una sonrisa involuntaria sale de mis labios.