For foreigners

domingo, 27 de septiembre de 2015

Capítulo 14.

- Si en el fondo eres buena persona, que yo lo sé.
- Las apariencias engañan.
- ¿A qué te refieres?
- Cuando nos quedemos solos, sin nadie alrededor como ahora, dejaré de ser buena persona.
- Sigo sin entenderte, Eloy.
- Sí, hombre. Ya sabes. Me gusta lo... Sádico. Sobretodo si se trata de sexo.
- ¡Eloy! Eso es un dato innecesario, gracias.
- De todas formas, no es del todo cierto. Contigo seré más delicado.
- Ya te gustaría hacer algo de eso conmigo.
- No lo niego -dice pícaro.
- ¿Sabes qué te digo? Que es la hora. Hay que ir a clase.
- Pero no te enfades, mujer.
- No estoy enfadada -digo sonriendo.
- ¿Avergonzada?
- ¿Por qué debería estarlo? -pregunto mientras comenzamos a subir las escaleras.
- Eres muy pequeña para hablar de estos temas, ratona.
- ¿Acaso piensas que soy virgen?
- Podría decirse que sí. No tienes pinta de fo...
- ¡Eloy! -le interrumpo.
- ¿Ves? Ay, qué chica eres.
- No es verdad. Tampoco me sacas tantos años.
- Pero si no es malo; al contrario. Me da morbo.
- Podríamos cambiar de tema, la verdad.
- Vale, niña.
- Perfecto, viejo.
- No te hagas la mayor, sabes que no lo eres. ¿Cuántos años tienes? ¿13? ¿14?
- Creo que si tuviera 13 años, tú tendrías un problema psicológico.
- Tienes razón, soy un asaltacunas.
- Tengo 16. 17 en dos meses.
- Wow, ya eres toda una mujer -dice, irónico.
- ¿Y tú? A ver, deja que adivine. ¿18?
- Un poco más.
- 18 y medio.
- Tengo 20, idiota. Y, para ser exactos, los cumplo el viernes que viene.
- Me doy por invitada a tu super fiesta.
- ¿Qué? Ni de broma. Habrá chicos demasiado mayores para ti.
- Que tendrán, ¿todos 19? Wow; tu padre no cuenta, corazón.
- Yo no tengo de eso.
- ¿Perdón?
- Lo que acabas de oír. Vivo con Iván y Manu.
- Oh... Lo siento.
- No pasa nada, ratona.
- Bueno, pues iré a una fiesta de mayores. Y las chicas también.
- Ya te he dicho que no.
- Pero, ¿por qué? Para una vez que quiero salir de fiesta.
- Tienes que ganarte la invitación.
- Y cómo se supone que debo hacerlo.
- Hay muchas formas de conseguirlo.
- Dime una que no esté relacionada con besos, sexo u otra cosa parecida.
- Pues... Vaya, me dejas sin ideas -dice risueño.
- Idiota -digo riendo mientras le golpeo el hombro.
- ¡Ya se! Llévame a la clase, que me da pereza.
- Pero, ¿qué di...?

- ¡Eloy, que pesas!
- ¡Arre, ratona!
- ¡No, no, no! -digo mientras caemos al suelo.

Sin poder parar de reír, uno encima del otro sobre el duro suelo del patio, no hay nada que me pase por la cabeza; salvo su preciosa risa.

¿Pero qué estoy diciendo?

Cuando él consigue levantarse, me tiende una mano para ayudarme a despegar el culo del suelo. Pero claro, tanta amabilidad en él... Raro. Justo cuando estoy casi de pie, suelta mi mano y vuelvo a estamparme contra el suelo.
Entre mis lamentos, se sigue escuchando su risa, ahora más alta que antes. Maldito chico.

- ¡No es gracioso, Eloy! Me he podido partir...
- ¿El culo? Tranquila, ya lo hago yo por ti -dice volviendo a reír a carcajadas.

Vuelvo a quedarme atontada mirando como se retuerce de la risa. Realmente no es tan feo, al contrario; es precioso. Pero este estado de "enamorada" dura sólo unos segundos, ya que en seguida me levanto.
Sed de venganza.

De pie, pongo mi peor cara hacia el chico infernal que no para de reír a mi costa. Cuando, por fin, se percata de que estoy allí, su cara cambia. Intenta ponerse serio y dejar de reír. Mientras me acerco a él, este se va alejando hacia el lado opuesto. Y justo cuando estoy a punto de alcanzarlo, sale corriendo sin cesar su maldita risa.

- ¡Vuelve, cobarde!
- ¡Lo siento, ratona! ¡Te quiero!
- ¡Tus palabras ya no sirven! ¡Ven aquí!

Prosiguiendo la persecución, pasamos por delante de nuestros amigos, los cuales empiezan a gritar apoyando cada cual a su amigo.
Pareceremos niños de primaria, pero mientras me lo pase bien, me da igual lo que los demás piensen.

De repente siento que vuelo por los aires. Literal.

- ¡(Tn)! -grita Eloy, gracias a mi grito- ¿estás bien?
- Eso te pasa por entrometida -dice alguien a mis espaldas.

Los dos nos giramos y vemos a una rubia mal teñida junto con sus dos amigas. Repipis no, por favor...


- ¡¿Quién cojones te crees para tirar a (tn)?! -¿realmente ha dicho eso Eloy?

Sí, ha sido él. El mismo que está encarando ahora mismo a esas chicas. Pero no merece la pena, así que mejor será levantarse a tranquilizarlo.

- ¿Que quién me creo? ¡La que hasta hace dos días era tu futura novia!
- No me vengas con cursiladas de enamorada, porque alguien como yo jamás estaría con un bicho como tú, fea.
- ¿Sí? Antes no decías lo mismo... -dice acariciando su cuello. Vale, ahora voy a ser yo la que acabe con su vida. ¿Celosa? Tal vez.
- Ni me toques, pija -dice retirando sus manos con brusquedad-. Y aún menos te atrevas a volver a acercarte a (tn), porque como te vea tan sólo mirarla...
- ¿Qué vas a hacer? ¿Pegarme?
- Existen cosas peores.
- ¿Como qué?
- Eloy, dejala. No me he hecho daño -intervengo con la intención de suavizar las cosas.
- ¿Cómo no te vas a hacer daño, (tn)? ¡Si esta estúpida ha hecho que vueles!

Entonces, las repipis se ríen entre ellas. Humillándome. Uh... No saben con quién se están metiendo. Puedo ser miedica al principio, pero si me quieren buscar, acabarán encontrándome.

- Puede que él no pueda pegaros, pero yo sí. Así que seguid riéndoos de mí, pero no os quejéis si luego os quedáis sin extensiones baratas o sin uñas postizas.
- Ten cuidado, bebé. A ver si luego "la mami" te va a reñir por mala.
- No te atrevas a mencionar a mi madre.
- Uf, qué pena. Ya lo he hecho.
- Joder, ¡voy a matarla!


- ¡(Tn)! (tn), no merece la pena -me sususrra Eloy mientras intenta frenarme- deja que se ahogue con su propio perfume.

Aunque en otra ocasión ese comentario me hubiera resultado gracioso, ahora mismo no tengo sentido del humor. Nos quedamos parados mientras observamos cómo se alejan las repipis y, justo en ese momento, suena el timbre que anuncia el regreso a las clases.

- Estoy yo ahora como para escuchar a los profesores... -digo, aún enfadada.
- (Tn), lo siento mucho, corazón -dice Denis mientras me abraza.
- Eso no deberías decirlo tú.
- Lo sé, pero aun así siento que hayas tenido que escuchar tantas tonterías juntas.

Le sonrío para después separarnos. Y entonces, sin previo, Eloy cubre mi cuerpo con sus brazos formando un tierno abrazo, en el que sus labios se acercan sigilosamente a oído, y en él susurra:

- No pienso dejar que nadie te haga daño. Jamás, ratona.
- No sabes cuanto te... lo agradezco.

Creo que no me equivoco al decir que tanto el como yo sabemos qué palabra iba a decir; pero también pienso que es demasiado pronto para decirla, cuando aún no tengo claro lo que siento.

Es más, no sé por qué me estoy planteando la posibilidad de que me guste Eloy. Eso no ocurrirá; sólo es un amigo. Un buen amigo, nada más.

martes, 22 de septiembre de 2015

Capítulo 13.

La misma rutina de todas las mañanas, aunque por suerte hoy sí conseguí ponerme las lentillas. Amo al oculista que me las mandó en un paquete a mi casa.
Prisas, ropa por todas partes, una magdalena, un sprint final, y el portero abriéndome la puerta casi suplicándole por ello. Mi rutina; ya estaba acostumbrada.

Es un martes un poco fresco, así que he decidido ponerme algo así:


Entrando, me fijo en que esta mañana hay menos gente de lo habitual. ¿Tan tarde llego? Corro hasta mi taquilla, cojo el libro de filosofía y me dirijo veloz al aula 221.

"Mierda, la clase ya ha empezado" -pienso.

Subo hasta el codo una de las mangas de mi sudadera, abrazo con fuerza mi libro y coloco de forma perfecta el asa de la mochila sobre mi hombro. Con un ligero movimiento toco la puerta, ya cerrada, y la abro con lentitud.

- ¿Puedo pas...? -Esto no me puede estar pasando a mí. ¿Mi clase no era la 221?
- Señorita, creo que se ha perdido, ¿no es así?

Todos los alumnos comienzan a reírse mientras mi mirada avergonzada pasa por cada una de sus caras. Parecen mayores. ¡Joder, es Eloy!
Al igual que sus compañeros, se ríe fuertemente provocando que mi rubor aumente aún más. Maldita sea.

- Este... mi clase de filosofía es en la 221.
- Me parece perfecto, señorita. Pero esta es la 121.

No me lo creo... Levanto mi cara para mirar la parte superior de la puerta. 121. Perfecto, chica. Empezando bien la mañana.

- Lo siento.
- Que no vuelva a pasar, señorita -espera, esta vez ha hablado uno de los alumnos. Y como imaginé, es Eloy.
- ¡Martínez! Aquí el profesor soy yo, ¿recuerdas?
- Pues repite lo que acabo de decir.
- ¡Aquí las ordenes las doy yo, ¿entendido?!
- Bueno, yo me voy -digo.

Y, una vez cerrada la puerta, camino deprisa a mi clase. Esta vez a la de verdad. Por el pasillo se oyen los gritos de la discusión entre Eloy y el profesor. No entiendo como puede hablarle así a los profesores; a mí se me caería la cara de vergüenza...

Por fin, tarde, llego a mi clase. La profesora me echa el sermón correspondiente y finalmente me siento al final del pasillo, al lado de Denis.

- Tienes que ser más puntual, (tn). ¡Ya hemos dado casi la mitad de la clase!

Perfecto, otro sermón. Lo peor es que siendo de mi mejor amiga me lo tengo que tomar en serio.

- Que sí, bicho. Mañana seré la primera en entrar por la puerta, te lo prometo.
- Espero que así sea.

Rodeo su cuello con mi brazo y le planto un beso en la mejilla. A pesar de que me riña como una madre, la quiero más que a nadie. 

Termina la clase y, tras dos horas más, llega el ansiado recreo. Junto con mis amigas nos vamos a nuestras taquillas a soltar los libros.
La mía está junto a la de Denis, y la de Patri y Clau igual pero en la parte paralela a la nuestra. Estamos riéndonos por las tonterías continuas que hacemos Clau y yo -somos las "cómicas" del grupo- cuando llegan Eloy y sus secuaces; por llamarlos de alguna manera.

- (tn), esta no es tu taquilla. Te noto confundida hoy, chiquitina.
- Eres muy gracioso, Iván.
- Lo se, cariño.
- Demasiado amor veo yo aquí. Eloy, ten cuidado que el fiera este te va a levantar a la novia...
- No digas gilipolleces, Manu. No es mi novia.
- Bien que te encantaría -digo, segura.
- Habla por ti, mediometro.
- Es que más tonto y naces de culo, de verdad.
- ¿Le has mirado el culo a Eloy?
- Esa pregunta no aporta nada en la conversación, Denis.
- Claro que lo ha hecho, con lo bonito que lo tengo -dice mientras se lo acaricia.
- Quizá antes no, pero ahora mismo se lo está comiendo con los ojos.
- ¡¿Pero por qué siempre soy el objetivo de todas vuestras bromas y comentarios aburdos?!
- Porque te queremos.
- Repito, Manu: habla por ti.
- Vamos a contar mentiras tralará... -tarareo mientras cierro mi taquilla.
- Tú si que mientes.
- ¿En qué, Eloy?
- En todo lo relacionado a mí y a tus sentimientos.
- Tengo hambre. Eso es un sentimiento y no estoy mintiendo.
- Y luego soy yo el tonto...
- Pues sí.

Después de estar un rato con los chicos, nos alejamos cada cual por su lado. Las chicas deciden salir y sentarse al sol mientras que yo voy al baño. Más tarde me reuniré con ellas.
Al entrar en uno de los baños, unas chicas se quedan hablando en la parte de los lavabos.

- ¿Sabéis quienes son esas mocosas con las que no paran de hablar estos?
- Ni idea, pero desde que se conocen no nos hacen ni caso.
- Sobretodo Eloy. Desde ayer no me dice ni la hora.

¿Estarán hablando de nosotras?

- Pero, ¿vosotros no estabais saliendo? Digo, hasta hace dos días erais inseparables.
- No somos novios, simplemente nos gustamos. Por lo menos hasta el viernes era recíproco.
- Yo lo que sé es que en la fiesta que hicieron en su casa se lió con una o dos.

Vale, es el Eloy que yo conozco. Y yo era esa chica. O una de ellas. ¿Se lió con más? Bueno, no se por qué me importa tanto. Total, no siento nada por él. ¿No?

- ¡¿Cómo?! Te juro que como se haya liado con esa rubia de bote, o alguna de sus amiguitas, su estancia en el instituto será un maldito infierno.
- No es muy difícil averiguarlo. 
- Pues ya sabéis lo que vamos a hacer, ¿verdad?
- Ahá.

Entonces se escucha como cierran de un portazo. Salgo de mi escondite y, con extrema precaución, camino a paso ligero hasta donde están mis amigas.

- Chicas, estamos en problemas.
- ¿Qué ha pasado? -dice Patri, preocupada.
- Unas chicas nos están buscando porque piensan que nos hemos liado con Eloy.
- Pero si no es verdad.
- Bueno...
- ¿(tn)?
- Es que... Según Eloy, él y yo nos besamos en la fiesta.
- ¡Lo sabía! Pero que sepas que los espermatozoides no suben tan alto.
- ¿Qué?
- Que es imposible que estés embarazada.
- No me jodas, ¿sí? Ya me contó que fue una broma.
- Pues menos mal... -las chicas se ríen, pero mi mente sigue preocupada.
- Chicas, que nos quieren pegar.
- Uf, que miedo.
- Sí, ya. Cuando llegue el momento a lo mejor no dices lo mismo.
- Eso tú, que eres una cagona.
- Bueno, que me dejéis. Tengo que hablar con Eloy.
- Como se va notando el amor.
- Y tu retraso también.

Me levanto y comienzo la búsqueda de Eloy. Al parecer no está en el instituto, tal vez haya salido ya que es mayor de edad. En todo caso, seguiré buscando por el recreo. Ahora me dirijo a la pista de baloncesto.
Cuando estoy llegando al final de las escaleras, ¡sorpresa! Ahí está. Y no precisamente jugando a baloncesto.

- ¿Se puede saber qué estás haciendo? -digo enfadada. No se por qué, ya que no es nada mío, pero me molesta que fume.
- Fumar.
- Y lo dices tan tranquilo.
- Ni que estuviera matando a alguien, hija.
- Te estás matando a ti mismo.
- De algo hay que morir. Y tú, ¿qué haces aquí?
- Te estaba buscando.
- ¿Tantas ganas tienes de besarme? -dice agarrando mi cintura.
- No es por eso, imbécil -digo apartándome-. ¿Tú tienes novia?
- Si quieres, puedes serlo tú.
- Idiota, hablo en serio. Una de tus supuestas novias quiere pegarme.
- ¿Qué? Yo no tengo de eso.
- Pues es lo que he oído antes en el baño de las chicas.
- ¿Sabes que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas?
- Cuando hablan de pegarte, esa frase pierde importancia.
- Pero quién te va a pegar, a ver. Y por qué.
- Supuestamente porque cuando nos besamos en la fiesta, tú tenías novia. Y claro, en un ataque de celos, esa chica junto con su grupo está buscándome.
- Pero no saben que nos liamos, ¿cierto?
- No, pero están investigando.
- Buah, ¿tienen complejo de "Sherlock Holmes"?
- No digas tonterías. Aunque no lo averigüen, siguen con la intención de perseguirnos a mí y a mis amigas.
- Ese ya no es problema mío.
- ¿No piensas hablar con ellas? Piensan que por nuestra culpa, pasáis de ellas.
- Pero si no sé quienes son, ratona.
- Yo te las presento.
- Si les tienes miedo, ¿cómo piensas hacerlo?
- No les tengo miedo.
- Entonces, ¿por qué me buscas?
- ¡Para que hagas algo, joder!
- Tienes miedo.
- ¡Que no! Simplemente no me parece agradable que me partan la cara porque un chico se aprovechó de mi borrachera y me besó.
- Eh, eh, eh. Que yo no obligué a nadie a que me besara.
- ¡No era consciente de lo que hacía!
- Dos no se besan si uno no quiere -dice, acercándose.
- A menos que sea robado.
- Y si te robo un beso, ¿te apartarás?
- ¿Qué?
- Que te voy a besar.


- ¡Pero qué haces! ¡Te estoy diciendo que me quieren pegar por tu culpa, ¿y sólo piensas en besarme?!
- Pero si lo estabas dese...
- ¡No, joder! -le interrumpo-. Está claro que no puedo acudir a ti cuando necesito ayuda.
- Pero...
- Adiós -le interrumpo, nuevamente-.

Coloco un pie en el primer peldaño y empiezo a subir las escaleras que llevan de vuelta al patio. Cuando llevo la mitad del camino, escucho mi nombre saliendo de los labios de Eloy. Tremendos labios.

- (tn)...
- Qué -digo, girando bruscamente.
- Lo siento. Vuelve, por favor.
- ¿Para que te sigas riendo de mí?
- Que no, joder. Que lo siento. Ven a sentarte, anda.

Le hago caso y, junto con Eloy, nos sentamos en el final de la escalera.
- Qué pasa, ¿piensas ayudarme?
- Sí. Nadie te va a tocar mientras esté yo para impedirlo.