Prisas, ropa por todas partes, una magdalena, un sprint final, y el portero abriéndome la puerta casi suplicándole por ello. Mi rutina; ya estaba acostumbrada.
Es un martes un poco fresco, así que he decidido ponerme algo así:
Entrando, me fijo en que esta mañana hay menos gente de lo habitual. ¿Tan tarde llego? Corro hasta mi taquilla, cojo el libro de filosofía y me dirijo veloz al aula 221.
"Mierda, la clase ya ha empezado" -pienso.
Subo hasta el codo una de las mangas de mi sudadera, abrazo con fuerza mi libro y coloco de forma perfecta el asa de la mochila sobre mi hombro. Con un ligero movimiento toco la puerta, ya cerrada, y la abro con lentitud.
- ¿Puedo pas...? -Esto no me puede estar pasando a mí. ¿Mi clase no era la 221?
- Señorita, creo que se ha perdido, ¿no es así?
Todos los alumnos comienzan a reírse mientras mi mirada avergonzada pasa por cada una de sus caras. Parecen mayores. ¡Joder, es Eloy!
Al igual que sus compañeros, se ríe fuertemente provocando que mi rubor aumente aún más. Maldita sea.
- Este... mi clase de filosofía es en la 221.
- Me parece perfecto, señorita. Pero esta es la 121.
No me lo creo... Levanto mi cara para mirar la parte superior de la puerta. 121. Perfecto, chica. Empezando bien la mañana.
- Lo siento.
- Que no vuelva a pasar, señorita -espera, esta vez ha hablado uno de los alumnos. Y como imaginé, es Eloy.
- ¡Martínez! Aquí el profesor soy yo, ¿recuerdas?
- Pues repite lo que acabo de decir.
- ¡Aquí las ordenes las doy yo, ¿entendido?!
- Bueno, yo me voy -digo.
Y, una vez cerrada la puerta, camino deprisa a mi clase. Esta vez a la de verdad. Por el pasillo se oyen los gritos de la discusión entre Eloy y el profesor. No entiendo como puede hablarle así a los profesores; a mí se me caería la cara de vergüenza...
Por fin, tarde, llego a mi clase. La profesora me echa el sermón correspondiente y finalmente me siento al final del pasillo, al lado de Denis.
- Tienes que ser más puntual, (tn). ¡Ya hemos dado casi la mitad de la clase!
Perfecto, otro sermón. Lo peor es que siendo de mi mejor amiga me lo tengo que tomar en serio.
- Que sí, bicho. Mañana seré la primera en entrar por la puerta, te lo prometo.
- Espero que así sea.
Rodeo su cuello con mi brazo y le planto un beso en la mejilla. A pesar de que me riña como una madre, la quiero más que a nadie.
Termina la clase y, tras dos horas más, llega el ansiado recreo. Junto con mis amigas nos vamos a nuestras taquillas a soltar los libros.
La mía está junto a la de Denis, y la de Patri y Clau igual pero en la parte paralela a la nuestra. Estamos riéndonos por las tonterías continuas que hacemos Clau y yo -somos las "cómicas" del grupo- cuando llegan Eloy y sus secuaces; por llamarlos de alguna manera.
- (tn), esta no es tu taquilla. Te noto confundida hoy, chiquitina.
- Eres muy gracioso, Iván.
- Lo se, cariño.
- Demasiado amor veo yo aquí. Eloy, ten cuidado que el fiera este te va a levantar a la novia...
- No digas gilipolleces, Manu. No es mi novia.
- Bien que te encantaría -digo, segura.
- Habla por ti, mediometro.
- Es que más tonto y naces de culo, de verdad.
- ¿Le has mirado el culo a Eloy?
- Esa pregunta no aporta nada en la conversación, Denis.
- Claro que lo ha hecho, con lo bonito que lo tengo -dice mientras se lo acaricia.
- Quizá antes no, pero ahora mismo se lo está comiendo con los ojos.
- ¡¿Pero por qué siempre soy el objetivo de todas vuestras bromas y comentarios aburdos?!
- Porque te queremos.
- Repito, Manu: habla por ti.
- Vamos a contar mentiras tralará... -tarareo mientras cierro mi taquilla.
- Tú si que mientes.
- ¿En qué, Eloy?
- En todo lo relacionado a mí y a tus sentimientos.
- Tengo hambre. Eso es un sentimiento y no estoy mintiendo.
- Y luego soy yo el tonto...
- Pues sí.
Después de estar un rato con los chicos, nos alejamos cada cual por su lado. Las chicas deciden salir y sentarse al sol mientras que yo voy al baño. Más tarde me reuniré con ellas.
Al entrar en uno de los baños, unas chicas se quedan hablando en la parte de los lavabos.
- ¿Sabéis quienes son esas mocosas con las que no paran de hablar estos?
- Ni idea, pero desde que se conocen no nos hacen ni caso.
- Sobretodo Eloy. Desde ayer no me dice ni la hora.
¿Estarán hablando de nosotras?
- Pero, ¿vosotros no estabais saliendo? Digo, hasta hace dos días erais inseparables.
- No somos novios, simplemente nos gustamos. Por lo menos hasta el viernes era recíproco.
- Yo lo que sé es que en la fiesta que hicieron en su casa se lió con una o dos.
Vale, es el Eloy que yo conozco. Y yo era esa chica. O una de ellas. ¿Se lió con más? Bueno, no se por qué me importa tanto. Total, no siento nada por él. ¿No?
- ¡¿Cómo?! Te juro que como se haya liado con esa rubia de bote, o alguna de sus amiguitas, su estancia en el instituto será un maldito infierno.
- No es muy difícil averiguarlo.
- Pues ya sabéis lo que vamos a hacer, ¿verdad?
- Ahá.
Entonces se escucha como cierran de un portazo. Salgo de mi escondite y, con extrema precaución, camino a paso ligero hasta donde están mis amigas.
- Chicas, estamos en problemas.
- ¿Qué ha pasado? -dice Patri, preocupada.
- Unas chicas nos están buscando porque piensan que nos hemos liado con Eloy.
- Pero si no es verdad.
- Bueno...
- ¿(tn)?
- Es que... Según Eloy, él y yo nos besamos en la fiesta.
- ¡Lo sabía! Pero que sepas que los espermatozoides no suben tan alto.
- ¿Qué?
- Que es imposible que estés embarazada.
- No me jodas, ¿sí? Ya me contó que fue una broma.
- Pues menos mal... -las chicas se ríen, pero mi mente sigue preocupada.
- Chicas, que nos quieren pegar.
- Uf, que miedo.
- Sí, ya. Cuando llegue el momento a lo mejor no dices lo mismo.
- Eso tú, que eres una cagona.
- Bueno, que me dejéis. Tengo que hablar con Eloy.
- Como se va notando el amor.
- Y tu retraso también.
Me levanto y comienzo la búsqueda de Eloy. Al parecer no está en el instituto, tal vez haya salido ya que es mayor de edad. En todo caso, seguiré buscando por el recreo. Ahora me dirijo a la pista de baloncesto.
Cuando estoy llegando al final de las escaleras, ¡sorpresa! Ahí está. Y no precisamente jugando a baloncesto.
- ¿Se puede saber qué estás haciendo? -digo enfadada. No se por qué, ya que no es nada mío, pero me molesta que fume.
- Fumar.
- Y lo dices tan tranquilo.
- Ni que estuviera matando a alguien, hija.
- Te estás matando a ti mismo.
- De algo hay que morir. Y tú, ¿qué haces aquí?
- Te estaba buscando.
- ¿Tantas ganas tienes de besarme? -dice agarrando mi cintura.
- No es por eso, imbécil -digo apartándome-. ¿Tú tienes novia?
- Si quieres, puedes serlo tú.
- Idiota, hablo en serio. Una de tus supuestas novias quiere pegarme.
- ¿Qué? Yo no tengo de eso.
- Pues es lo que he oído antes en el baño de las chicas.
- ¿Sabes que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas?
- Cuando hablan de pegarte, esa frase pierde importancia.
- Pero quién te va a pegar, a ver. Y por qué.
- Supuestamente porque cuando nos besamos en la fiesta, tú tenías novia. Y claro, en un ataque de celos, esa chica junto con su grupo está buscándome.
- Pero no saben que nos liamos, ¿cierto?
- No, pero están investigando.
- Buah, ¿tienen complejo de "Sherlock Holmes"?
- No digas tonterías. Aunque no lo averigüen, siguen con la intención de perseguirnos a mí y a mis amigas.
- Ese ya no es problema mío.
- ¿No piensas hablar con ellas? Piensan que por nuestra culpa, pasáis de ellas.
- Pero si no sé quienes son, ratona.
- Yo te las presento.
- Si les tienes miedo, ¿cómo piensas hacerlo?
- No les tengo miedo.
- Entonces, ¿por qué me buscas?
- ¡Para que hagas algo, joder!
- Tienes miedo.
- ¡Que no! Simplemente no me parece agradable que me partan la cara porque un chico se aprovechó de mi borrachera y me besó.
- Eh, eh, eh. Que yo no obligué a nadie a que me besara.
- ¡No era consciente de lo que hacía!
- Dos no se besan si uno no quiere -dice, acercándose.
- A menos que sea robado.
- Y si te robo un beso, ¿te apartarás?
- ¿Qué?
- Que te voy a besar.
- ¡Pero qué haces! ¡Te estoy diciendo que me quieren pegar por tu culpa, ¿y sólo piensas en besarme?!
- Pero si lo estabas dese...
- ¡No, joder! -le interrumpo-. Está claro que no puedo acudir a ti cuando necesito ayuda.
- Pero...
- Adiós -le interrumpo, nuevamente-.
Coloco un pie en el primer peldaño y empiezo a subir las escaleras que llevan de vuelta al patio. Cuando llevo la mitad del camino, escucho mi nombre saliendo de los labios de Eloy. Tremendos labios.
- (tn)...
- Qué -digo, girando bruscamente.
- Lo siento. Vuelve, por favor.
- ¿Para que te sigas riendo de mí?
- Que no, joder. Que lo siento. Ven a sentarte, anda.
Le hago caso y, junto con Eloy, nos sentamos en el final de la escalera.
- Qué pasa, ¿piensas ayudarme?
- Sí. Nadie te va a tocar mientras esté yo para impedirlo.
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